Publicar un libro ya no es un acto heroico. Hoy, cualquier hijo de vecino con acceso a internet puede lanzar al mundo sus 200 páginas de revelaciones líricas, crónicas de ruptura o distopías mal corregidas. Pero distribuir un libro autopublicado —es decir, lograr que alguien lo compre sin estar emparentado contigo— sigue siendo una empresa de proporciones casi mitológicas. No basta con imprimir, encuadernar y lanzar una publicación al abismo de las redes sociales. Hay que orquestar su circulación con estrategia, humildad y una buena dosis de sentido común editorial (ese que suele evaporarse cuando uno se emociona con su propia obra).
Contenido en este articulo
Distribuir un libro no es llevar tres ejemplares a la cafetería de moda ni publicarlo en Amazon y declararse best seller en el grupo familiar de WhatsApp. Distribuir significa hacerlo llegar —física o digitalmente— a personas que no te conocen y que, por razones editoriales, intelectuales o emocionales, deciden pagar por leerlo. La distribución es, para decirlo claro, el camino de la ficción hacia el dinero.
Veamos los tres caminos principales de esa travesía:
1. Las librerías independientes: templos culturales con metas de venta
Las librerías independientes son uno de los espacios más nobles y exigentes para los autores autopublicados. No basta con llegar con tu libro bajo el brazo y una sonrisa ilusionada: el catálogo que eligen responde a criterios comerciales tanto como editoriales. ¿Quién es tu público? ¿Qué tanto respaldo tienes como autor? ¿Cuál es tu propuesta estética y discursiva? Las respuestas a estas preguntas determinan si tu obra compartirá estante con Bolaño o terminará decorando la bodega.
La mayoría de estas librerías trabajan bajo esquemas de consignación, es decir: tú entregas ejemplares, ellos intentan venderlos y, si no se venden, los regresan. Ah, y se quedan con entre un 35% y un 60% del precio de venta al público (PVP), dependiendo del espacio, el tiraje y el humor del librero. ¿Por qué? Porque tienen sueldos que pagar, luz que mantener, y porque el romanticismo no financia rentas.
No olvidemos que, aunque aman los libros, las librerías son negocios. No distribuyen sueños, venden productos. Y tu libro, aunque sea una obra maestra, tiene que demostrar que se mueve.
2. Las distribuidoras: intermediarios con hambre de margen
Las distribuidoras editoriales funcionan como los agentes inmobiliarios de los libros: no los escriben, no los imprimen, no los venden al público final, pero se llevan una parte sustancial del negocio. Su promesa —en teoría— es simple: hacer llegar tu libro al mayor número de librerías posible.

Pero no cualquiera entra en su catálogo. Las distribuidoras son comerciantes experimentados, escépticos y sobre todo pragmáticos. Evalúan la credibilidad del autor, el diseño editorial, el género, y —algo fundamental— el catálogo del que forma parte tu libro. No suelen apostar por un título aislado, salvo que su autor venga con medallas visibles: un premio, una audiencia considerable, una prensa favorable, o una historia que se venda sola.
También hay que decirlo: la distribución suele ser el costo más elevado del precio de venta al público. No solo por el porcentaje de comisión (que puede ser de entre el 50% y el 70%), sino por los costos logísticos: almacenar, facturar, empacar, mover, rotar y eventualmente regresar. Y aunque duele aceptarlo, no es negocio para nadie tener libros durmiendo en una bodega, mucho menos para un distribuidor que vive de vender, no de custodiar.
Si tu libro no se vende, la distribuidora no solo no ganará, sino que probablemente lo saque del catálogo. Conservar tu lugar en una red de distribución es una batalla constante. Tener presencia no basta; se necesita rotación.
3. Plataformas digitales: el espejismo democratizador
Ah, Amazon. Ese Olimpo digital que promete convertir tu libro en fenómeno global. Sí, distribuir en medios digitales es más accesible que nunca, pero también más competitivo y engañoso. Vamos por partes:
Amazon ofrece dos grandes caminos para los autores independientes:

- Impresión bajo demanda (Print on demand): tú subes tu archivo listo para impresión, ellos lo imprimen cada vez que alguien lo compra. Suena práctico, pero hay un problema: los costos de impresión son elevados y el precio final para el lector puede resultar ridículo. Un libro de 140 páginas puede acabar costando 500 pesos, lo que te posiciona justo al lado de Borges… en precio, no en ventas.
- Logística como distribuidor: tú imprimes tus ejemplares por fuera (más barato, con mejor control de calidad), los envías a los almacenes de Amazon, y ellos se encargan del resto. Aquí sí hay margen de ganancia, pero requiere inversión inicial, planeación logística y, por supuesto, un libro que valga la pena mover.
Mercado Libre: el primo latinoamericano. Menos sofisticado que Amazon pero con una audiencia gigantesca en México. Funciona mejor para libros impresos con tirajes cortos, sobre todo si gestionas tú mismo los envíos. Su sistema de reputación te obliga a despachar a tiempo y dar buena atención al cliente, lo que no siempre se lleva bien con el alma de poeta.
Modelos de consignación y venta directa: ¿a quién le conviene cada uno?
Uno de los errores más comunes entre los autores independientes es pensar que toda librería funciona igual. Spoiler: no. Existen distintos modelos de relación comercial y cada uno tiene implicaciones muy distintas sobre tus ingresos, tus inventarios y tu cordura.
El modelo de **consignación** es el más extendido. En él, el autor entrega los libros a la librería o distribuidora y solo cobra si estos se venden. Es una apuesta a mediano plazo: si el libro se mueve, todos ganan; si no, los libros regresan con las puntas dobladas y una historia triste. La ventaja es que te abre puertas; la desventaja, que tú asumes el riesgo.
En el modelo de **venta directa**, la librería te compra los libros de entrada. Suena ideal, pero es poco común salvo que ya tengas un nombre o un libro con alta demanda potencial (léase: una promesa de venta clara). Aquí el riesgo lo asume el librero, y por eso solo se arriesgará si confía en tu libro como si fuera un Ferrari editorial.
Entonces, ¿cuál te conviene? Si estás empezando, probablemente tendrás que entrar por consignación, pero puedes negociar periodos de prueba, porcentajes razonables y devoluciones parciales. Eso sí, siempre deja todo por escrito. El romanticismo no es válido en los contratos.

Cómo presentar tu libro a una librería sin parecer amateuribro autopublicado
Acercarte a una librería no debe parecer una súplica ni un berrinche, sino una propuesta editorial clara. No lleves el libro envuelto en papel estraza ni acompañado de una carta manuscrita al estilo siglo XIX. Prepara un **press kit** mínimo: ficha técnica, sinopsis, precio sugerido, tu bio como autor y, si tienes, alguna reseña o mención en prensa.
El primer contacto, preferentemente, debe ser por correo. Breve, claro y elegante. No adjuntes PDFs de 40MB ni escribas “Hola, tengo un libro, ¿me lo vendes?”. Mejor algo como:
> Estimado equipo de [nombre de la librería], me permito compartir con ustedes el dossier de prensa de mi más reciente publicación titulada *[título]*, editada de forma independiente. Quedo atento si existiera interés en consignación o revisión para su catálogo.
Un buen diseño editorial (portada, interiores, tipografía) dice más que mil argumentos. Y si recibes una negativa, agradécela con la misma elegancia. El medio editorial es pequeño: todos se conocen, y el autor conflictivo se quema rápido.
Además de la portada la edición de tu libro es clave para permanecer en el mercado, evita considerar que tu libro salga del word directamente a un medio como Amazon. Si te interesa ese tema, hay un articulo que renovamos recientemente que puede ser de tu interés.
¿Qué buscan las distribuidoras realmente?
Las distribuidoras no son fundaciones altruistas, son negocios. Y como tales, buscan una sola cosa: libros que se vendan. No se trata únicamente de calidad literaria —aunque ayuda, claro— sino de potencial comercial. Si el autor no tiene un mínimo de visibilidad, si el diseño es mediocre o si el tema está más sobado que las novelas de templarios, la respuesta será “no, gracias”.
Uno de los criterios más importantes es la **credibilidad del autor**. Esto puede sonar injusto, pero tiene lógica: ¿quién va a mover un libro de alguien que no ha logrado siquiera articular una presencia pública, una comunidad lectora, o una narrativa propia? También importa si el libro forma parte de un catálogo con unidad, si hay continuidad editorial, o si el autor ya tiene otros títulos que puedan reforzar la apuesta.
Por otro lado, hay distribuidoras especializadas en ciertos nichos (académico, infantil, espiritualidad, etc.). Conocer sus líneas editoriales es básico antes de mandar propuestas al azar. Y si logras entrar, recuerda que conservar tu lugar implica que el libro se mueva. La distribución es un derecho que se gana, pero también una gracia que se pierde.

Cómo usar Amazon (y no morir en las comisiones)
Amazon se presenta como el paraíso de los autores independientes, pero tiene sus infiernos administrativos. Vamos con un ejemplo rápido:
Imprimir bajo demanda con Amazon puede parecer práctico, pero los costos son tan elevados que un libro de 120 páginas puede terminar costando 450 pesos. ¿Quién lo comprará? Tu tía, y solo si estás en Navidad.
La opción más rentable suele ser la llamada **logística de Amazon**: tú imprimes tus ejemplares por fuera (con mejores precios, calidad controlada), los mandas a los almacenes de Amazon, y ellos se encargan de empacar, enviar y cobrar. Tú pagas una comisión por venta (alrededor del 15-20%), pero conservas el control sobre el PVP. Es decir, dejas que Amazon haga lo que mejor sabe hacer: llegar rápido.
También puedes vender en Amazon gestionando tú mismo los envíos. Esta opción es más barata pero más trabajosa, ideal si manejas pocos pedidos mensuales y tienes tiempo de jugar al repartidor.
¿Y Kindle? Funciona para ciertos géneros (autoayuda, ensayo breve, novela ligera), pero la realidad en México es que los lectores digitales siguen siendo minoría. ¿Vale la pena? Solo si tu libro está bien editado, bien diseñado y optimizado para lectura digital. Ah, y si tienes un público que *realmente* lee en pantalla, no solo descarga por impulso.

El factor más importante: tu credibilidad
Sí, puedes tener el mejor sistema de distribución, el diseño más exquisito, el presupuesto más holgado. Pero si nadie cree en ti como autor, el libro no se mueve.
La credibilidad es un activo editorial. Se construye con profesionalismo, con buenas decisiones editoriales, con coherencia en tus contenidos y, sí, también con presencia digital. Tener una página web, redes sociales activas, aparecer en medios o incluso dar talleres sobre tu tema ayuda a que el lector —y las librerías— te perciban como alguien que no está improvisando.
Los autores que tienen lectores no necesariamente son los mejores escritores; son los que logran inspirar confianza. Y distribuir un libro no es más que eso: lograr que alguien —una librería, un distribuidor, un lector solitario— confíe en que vale la pena darte un espacio.
Conclusión
Distribuir un libro autopublicado no es para ingenuos. Requiere recursos, estrategia y una mirada crítica sobre lo que uno ha escrito. Pero sobre todo, exige comprender que el talento —si lo hay— necesita ir de la mano de una logística bien pensada. Porque no basta con tener un libro: hay que tener un lector dispuesto a encontrarlo.
¿Y si no quieres hacerlo tú solo? Bueno, para eso existen editoriales, asesores, y sí, también este artículo. Porque publicar es un acto íntimo, pero distribuir… es una guerra de visibilidad.